Un decálogo, una brillante exposición en diez puntos para defender la Fiesta de los toros fue el argumento central del pregón taurino que el dramaturgo catalán, Albert Boadella pronunció anoche en un abarrotado Teatro Circo con presencia de la alcaldesa, Carmen Bayod y autoridades locales, provinciales y regionales como el consejero de Educación, Marcial Marín. Comenzó exponiendo su condición de aficionado que inició «desde que pesaba diez kilos y mi tío Ignacio me tenía sentado sobre su brazo en algún tendido de la Monumental de Barcelona. Quedé totalmente subyugado de aquel espectáculo. Aquello era para mi la vida de verdad».
Calificó posteriormente la abolición de los toros en Cataluña como mezquindades partidistas y paranoias tribales, considerando el texto legal como. «un ignominioso decreto promulgado por los enemigos de la libertad. El objetivo real es finiquitar todo lo considerado español en la memoria colectiva de una región», para continuar añadiendo que pronunciaba su pregón taurino «para animar a las gentes a presenciar la Feria taurina de Albacete y disfrutarla. «Propósito este, a todas luces innecesario frente a los espléndidos carteles que presenta esta Feria de Albacete».
Dijo posteriormente que las razones de afición a los toros las tenía argumentadas en un decálogo. «Me gustan los toros porque exaltan la individualidad. El torero representa la exaltación más ortodoxa del héroe individual. Su valerosa acción nos sirve de catarsis a la colectividad cuando comprobamos que pone en riesgo la propia vida con el fin de ofrecernos generosamente una visión de nuestras realidades más profundas, como es la de vencer el pánico a la muerte. El torero nos lo muestra además a través de una enorme belleza».
Luego manifestó como segunda razón de ese decálogo que los toros representan la más completa metáfora de la vida. Nos presenta la vida como una realidad absoluta y eso es algo que no sucede en ninguna otra de las artes. Estas condiciones convierten el ritual taurino en una ceremonia didáctica y al mismo tiempo moral».
La tercera razón: «Me gustan los toros porque no se trata simplemente de un espectáculo, pues el toreo es rito antes que espectáculo», para continuar afirmando que el cuarto motivo de su afición, «es porque los toros son poesía, pues con los mínimos elementos se consigue la mayor emoción. El trance del torero es enteramente poético pues sin nada más que el trapo transforma la materia irracional del acto en armonía y belleza perfectamente controladas».
La condición efímera de una lidia es el quinto motivo expuesto por Boadella, «pues el torero solo posee una única oportunidad para llegar al público, su arte se quema en el preciso instante que aparece», continuando en el siguiente detalle que tiene como base «que mi afición es porque la Tauromaquia se mantiene despegada de la moda. La séptima condición de mi fervor taurino es porque prima el mérito, lo que obliga al torero y al ganadero a no dormirse en los laureles, porque de un día para otro puede cambiar radicalmente un prestigio atesorado a veces durante muchos años».
Otra condición que exaltó del ritual taurino es la veneración por naturaleza, «de manera que los más acérrimos defensores de las corridas deberían ser los ecologistas auténticos», para afirmar luego que su afición a los toros es también «porque implanta una forma de pueblo soberano. En los toros el público es determinante para el éxito de una corrida».
Terminó aportando la última razón de su afición a los toros: «porque tenemos los antitaurinos. En general se trata casi siempre de puritanos que no quieren saber la historia de la morcilla que se zampan».
Añadió que «mi presencia en Albacete como pregonero es suficiente testimonio de mi consideración y cariño a los ciudadanos de Albacete», finalizando con un ¡Viva a España! Tras el pregón la Banda de Pozohondo interpretó varios pasodobles taurinos.
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